Inevitablemente el olor a Chanel Nº 5 había dejado la sombra de la mujer por todo su cuerpo, el sutil aroma le recordaba el sin número de caricias salvajes reveladas por ella en uno de sus momentos de histeria. Es increíble creer que la gloria de un hombre sea su misma desgracia. Durante mucho tiempo he visto a otros desear lo que por cuenta propia he vivido desde que era un chiquillo, una y otra mujer han caído ante la presión de mis labios, la fruición de mis ojos y la fuerza de mi palabra; mientras ella duerme, la soledad vestida de encanto, de deseo, es la única que logra captar la intensidad de un sentimiento latente presa de los instintos que clama a gritos ser rescatado, sus carcajadas clavan en el centro del pecho miles de cristales, pero todo está predestinado, ya no hay más sentir, soy lo que ellas quieren ver, un fragmento de espacio, un punto de apoyo en los momentos cumbres de la etérea fantasía del éxtasis. Mientras observo su cuerpo subyugado en los brazos de Morfeo, el anhelo de las caricias, de una taza de café, de una palabra comprometida se hace más vívido, más necesitado.
Al verlo allí, acurrucado, completamente indefenso, considerando su existencia, me produce lástima, pero de una u otra manera se que no escapará, cada día el predicado necesita volverse sujeto, todo como una forma en la que el hombre debe correr hacia lo inevitable: enfrentarse consigo mismo, más allá de sus reflejos. Le he visto morir y le he visto vivir en múltiples instantes, solo son momentos, quizá para él demasiado crudos de un tiempo para acá, para ellas demasiado… ¡bueno ya ustedes saben!, la tardanza de lo que el templo de su corazón clama, es algo de lo que no puede escapar…
Tras mirar el reloj en varias oportunidades, sentado al borde de la cama, esperando como el culpable salir del presidio, toma una a una las prendas que yacen en el piso, sin musitar el más mínimo movimiento del aire sale de la habitación. La mañana está completamente enrarecida, el sopor se hace intenso, nada de almas perdidas o fantasmas atrapados en la penuria de una noche alcoholizada, falta muy poco o mucho para que el impulso de esta parte del día, él mismo no lo sabe, cobre su rutinaria característica.
El Chanel aumenta a medida que avanza, sudor y sombra se hacen uno, los paso se hacen cada vez más veloces y trastabillantes, una repentina prisa le ataca, nada de reflexiones, nada de auto laceraciones, nada de reprimendas por lo cometido y lo no cometido; para él lo importante es llegar, busca en sus bolsillos, no tardando en aparecer las llaves de aquel lugar al que había denominado su nido, sus manos tiemblan; una vieja cama, una mesita de noche y un gran espejo hacen su aparición al momento de entrar al lugar. El desvanecimiento de la carrera y de una noche atrevida no hace mella en sus piernas, antes parecen tomar fuerza, con angustia se dirige hacia la cocina y una vez allí empieza revolcar cada cajón de la alacena.
Tras perseguirlo durante algunas calles, completamente desafinada en su paso, decide menguar la persecución; al llegar un rato después que el hombre, nota que la puerta esta abierta, las llaves en el piso… y Juan esperándola con una taza de café… Y la sombre del olor a Chanel Nº 5 ha desaparecido.
ENSEÑANZAS
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*Me enseñaste que parir no te hace madre,*
*Debes sacar a tus hijos del fuego,*
*Encenderles la luz en las altas madrugadas*
*Y darles una maleta repleta de...
Hace 5 años
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